Ya llevaba muchísimo tiempo viendo vídeos de incesto y fantaseando con tirarme a mi hermana. Habíamos tenido algún roce que otro pero ninguno de los dos nos atrevíamos a dar un paso más allá que unos roces y algún pico en la boca. No podía más y un día que no estaban mis padres decidí ir a por todas, así que desnudé a mi hermana y la tumbé en mi mesa de despacho. Ella no hablaba, solo jadeaba y me miraba con los típicos ojos que te mira una chica cuando te está diciendo: ¡fóllame!.